Efecto Invernadero
Exhibición individual
Galería Art&Idea, Ciudad de México,
México, 2004
Un invernadero es un pequeño jardín donde el horticultor juega a ser un verdadero creador: su voluntad hace que “llueva” a ciertas horas, que el “sol” de dos vueltas en el mismo día -quizá que nunca deje de brillar- que cualquier plaga se extermine aun antes de nacer, o que la descomposición se repliegue ante la persistencia de lo verde. Así, todo lo invernadero impone un orden y al mismo tiempo busca disimularlo bajo una apariencia de “naturalidad”. La idea regulativa es que, en la medida de lo posible, los productos logren una simulación de lo fértil escondiendo precisamente el sistema de relaciones de producción que haría evidente su funcionamiento como mercancía. La naturaleza creada de esa forma esconde el artificio de su origen.
Si hemos querido leer la obra de Máximo González bajo el esquema de un invernadero es porque hemos buscado trasladar la idea de una atmósfera regulada a la de una estructura de significados (una semiósfera) donde se revelan las analogías entre el arte, las macroestructuras sociales y políticas, y un micromundo donde el artificio poco a poco deviene lo natural. El trabajo de éste artista -sus billetes intervenidos, sus estructuras luminosas, las mutaciones que sufren ciertos objetos- juega con una simbología culturalmente cifrada para desconstruirla en una multiplicidad de operaciones. Sus piezas nos fuerzan a repensar el contenido de nuestros íconos, de nuestras imágenes mas idealizadas, quizá de la naturaleza de aquellos sistemas-económico, político, social- que nos envuelven entre sus discursos, que afectan nuestras vidas desde su núcleo más inesperado.
Y esa podría ser la segunda definición del efecto invernadero: construir una estructura, vivir entre sus reglas, y luego dedicarnos colectivamente a olvidar que fuimos nosotros quienes impusimos sus confines.
La constitución de un vocabulario constituye la marca de una época. Así como la inflación de los precios, calentamiento global del planeta, o el adelgazamiento de la capa de ozono, el efecto invernadero es un término de nuestro tiempo que evoca una situación irreversible, casi trágica, un destino creado por el hombre que sobre pasa al hombre mismo y luego lo controla inadvertidamente.
Pero el efecto también es, como toda curaduría, la designación de un artificio. Por suerte, toda obra artística de importancia trasciende el límite de cualquier interpretación que intenta definirla. En nuestro caso, el trabajo de Máximo González parece adaptarse a la temática en que la hemos acotado, pero en el momento clave la desborda. La muestra de todo signo de perdida subyace una belleza que pertenece a otra parcela de nuestra comprensión.